jueves, 6 de mayo de 2010

Las horas muertas dan mucho de sí, y en esas horas muertas, mi mente, aparentemente dormida es como un volcán, que nadie sabe, ni siquiera yo cuando va a entrar en erupción.
Es curioso como los detalles tan cotidianos te pueden llevar al esclarecimiento de la verdad, de tú verdad. Un grafiti en la pared que te recuerdan que “el amor cuando no muere mata y que amores que matan nunca mueren”, el saludo de un desconocido, una canción que de pronto suena, una foto en blanco y negro….y hay quien pasa años en una psicoterapia para encontrar esa verdad…aunque cierto es que necesita esto años de entrenamiento. Y el timbre de la puerta que suena, devolviéndome a la realidad y recordándome que llegó la cita de las 16.00. Ahora me toca esclarecer la verdad de otros…

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